Este texto se publicó primero en sueco el 16 de diciembre, o sea más de un mes antes de la instalación de Trump. Cuando lees este texto, ten en cuenta lo que ha pasado desde entonces, por ejemplo con la plataforma X, con algoritmos que nos invaden nuestra privacidad con información elegida y producida para dirigirnos hacia opiniones que le sirve a las circumstancias preferidas de ciertos gobiernos.
Dentro del movimiento sindical, sin importar en qué parte del mundo te encuentres, las condiciones laborales dignas, como el ambiente laboral, el salario y la jornada laboral, son prioridades en la agenda de los trabajadores y trabajadoras. Por ello, el movimiento sindical global que se reunió en Barcelona para el congreso de Unión General de Trabajadores y Trabajadoras (UGT) en noviembre de 2024, adoptó una declaración. Una declaración que, en resumen, nos recuerda en qué punto nos encontramos hoy: a pesar de los enormes avances en tecnología, sociología y política, el mundo sigue dividido por la desigualdad y un sistema económico que aún se basa en una marcada división de clases entre capitalistas y trabajadores.
La explotación se ha intensificado y se ha extendido a nuevas esferas geográficas y digitales. Esto ha dado lugar a fenómenos como el “tecno-feudalismo”, en el que los monopolios tecnológicos generan nuevas formas de dependencia y vulnerabilidad. En este modelo, la relación entre trabajador y empleador parece difusa, aunque, en la práctica, sigue habiendo un sujeto que asigna tareas y otro que las ejecuta. Es decir, una relación de empleado-empleador tradicional.
El término ”tecno-feudalismo” no suena bien en una sociedad moderna y libre. No me malinterpreten, no estoy en contra del desarrollo tecnológico; al contrario, apoyo un progreso que beneficie tanto a las personas como al medioambiente. Lo que rechazo es que un trabajador sea explotado para beneficio de otros sin recibir un salario digno, sin poder pagar alimentación, vivienda y otras necesidades básicas.
Pensemos por un momento en el término ”tecno-feudalismo” y en lo que la tecnología puede ofrecernos si lo comparamos con otro concepto: el del trabajador de la economía gig. Por ello, decidí plantear la siguiente pregunta a una de las plataformas de inteligencia artificial disponibles gratuitamente en línea: ”Haz una comparación entre el feudalismo y los trabajadores de la economía gig en la actualidad.”
Y obtuve la siguiente respuesta: ”Una comparación entre el feudalismo y los trabajadores de la economía gig revela interesantes paralelismos entre dos sistemas socioeconómicos aparentemente distintos. Ambos se basan en relaciones jerárquicas en las que una parte más poderosa controla los recursos y las oportunidades, mientras que la parte subordinada contribuye con su trabajo a cambio de beneficios limitados.”
Hasta aquí, no hay nada sorprendente. La inteligencia artificial simplemente describe el sistema en el que se basa el mercado laboral actual. Sin embargo, cuando la IA profundiza en la comparación en términos de propiedad y dependencia, la discusión se vuelve aún más interesante. La IA distingue entre la propiedad en el feudalismo y la dependencia de los trabajadores de la economía gig con los siguientes ejemplos:
Propiedad y dependencia
Feudalismo:
”Los campesinos y siervos dependían directamente del señor feudal, quien poseía la tierra y los recursos. Los campesinos trabajaban para obtener acceso a la tierra que cultivaban y podían quedarse con una parte de la cosecha, pero su libertad estaba fuertemente limitada.”
Trabajadores de la economía gig hoy:
”Plataformas como Uber o Deliveroo funcionan como ’señores feudales digitales’. No poseen tierras, pero controlan la infraestructura—aplicaciones, algoritmos y redes de clientes—de las cuales dependen los trabajadores para su sustento. A menudo, los trabajadores poseen sus herramientas (como el automóvil o la bicicleta), pero tienen poca o ninguna influencia sobre sus condiciones laborales.”
En otras palabras, la falta de libertad de los campesinos en el sistema feudal significaba que no podían simplemente dejar de trabajar la tierra, ya que perderían su hogar, sus ingresos y, con ello, la posibilidad de alimentar a sus familias. En la práctica, la opción de renunciar casi no existía, y el miedo a desagradar al señor feudal dominaba sus vidas.
Si observamos cómo la inteligencia artificial define la dependencia de los trabajadores gig en la actualidad, la similitud con el sistema feudal es impactante. Un trabajador gig suele carecer de seguridad laboral, como derechos sociales, seguro de salud, pensión y protección contra el desempleo. En Suecia, al igual que en la UE, un trabajador de plataforma considerado como autónomo carece de derechos colectivos y, por lo tanto, está a merced de la empresa. Es cierto que ser un trabajador gig ofrece cierta flexibilidad (que podría percibirse como libertad), pero al mismo tiempo, está constantemente controlado por algoritmos que indican cuándo y dónde es rentable trabajar. Para aquellos que tienen un empleo gig como ingreso complementario—por ejemplo, mientras estudian—esta flexibilidad puede ser una ventaja. Pero para quienes dependen completamente de este trabajo, no lo es en absoluto. A largo plazo, esto se traduce en ingresos irregulares y en la necesidad constante de buscar el siguiente encargo.
Donde existen convenios colectivos, hay una base de seguridad, pero si analizamos la situación a nivel global, los acuerdos colectivos en el sector gig son escasos o prácticamente inexistentes. En muchas partes del mundo, los trabajadores gig forman parte del sector informal, donde la explotación de mano de obra barata es más la regla que la excepción.
La expansión de estos llamados empleos precarios está aumentando a nivel mundial, pero el Sur Global ha sido el más afectado hasta ahora. Atrapados en un sistema neocolonial que agrava la pobreza y el trabajo forzoso, estos trabajadores enfrentan guerras y conflictos utilizados como herramientas para reforzar el poder de las élites, a menudo con la ayuda de la desinformación y la polarización mediática. La investigación señala la dificultad de obtener cifras exactas sobre cuántas personas trabajan en la economía de plataformas, pero se estima que entre 40 y 60 millones de personas en el Sur Global dependen de este tipo de empleo. Cabe destacar que estos datos provienen del 2019 (Richard Heeks, University of Manchester’s Centre for Digital Development).
Para los trabajadores de la UE, la Directiva sobre plataformas digitales podría mejorar las condiciones de aquellos que son considerados empleados. Sin embargo, el mundo es mucho más grande que la UE. Por ello, la OIT ha comenzado a trabajar en un marco global para garantizar seguridad laboral a los trabajadores gig en todo el mundo, pero el progreso es lento. La seguridad se necesita ahora.
Si analizamos el estado actual del mundo desde la perspectiva de los participantes internacionales del congreso, es imposible no notar la ironía histórica: a pesar de que la humanidad nunca ha tenido tanta riqueza como actualmente, ésta sigue concentrada en manos de unos pocos, mientras que millones de trabajadores se enfrentan a condiciones laborales precarias y carecen de derechos básicos. El capital global domina instituciones y mecanismos democráticos, socavando la solidaridad y dividiendo sociedades a través de discursos populistas y retóricas de odio. Por ello, sostengo que la necesidad de un movimiento sindical fuerte, que defienda la solidaridad, la paz y la democracia, que luche por condiciones laborales dignas y la posibilidad de un empleo seguro, sin importar dónde te encuentres, nunca ha sido mayor. Juntos, podemos cambiar el rumbo del mundo egocéntrico que se está construyendo y transformar la sociedad en un lugar donde la igualdad y los derechos humanos vuelvan a ocupar el primer lugar en la agenda global.